Cuando estuve en Tuxla imartí un taller literario, en él me llevé la grata sorpresa de encontrarme con gente ávida de escribir, de contar, de decir cosas, cosas que pasan a diario cosas que ocurrieron en su vida. Parte de ese grupo estaba formado por tres jovencitas que tomaban taller con una preciada amiga y gran poeta, Socorro Trejo y que grata sorpresa me llevé, estaban un tanto nerviosas pero las letras fluían vivas y llenas de garra. Me gustó lo que leí, me gustó lo que sentí. Hoy en la mañana encontré en mi correo este cuento y mi día se hizo aún más bello. COmparto con ustedes este hermoso y bien logrado trabajo.
EL NACIMIENTO, DE MARIA ELENA GORDILLO
En Comitán, los días decembrinos eran largos, letárgicos. Tenías que irte a la cama lo más temprano posible para acortar el tiempo y no desesperar. En esos días, lo que en otras circunstancias a una orden de mamá o la abuela hubiera sido una catástrofe; ahora se acataba sin chistar, y de no ser porque no estaba permitido, hubiéramos pasado dormitando todo el día.
– ¡Que desesperación!.
De repente entre cerrar los ojos y el café de la abuela, fueron pasando los días hasta llegar a la fecha soñada, el día más esperado. Sin embargo, el reloj pausaba las horas en tono de burla y parecía que el sol hacía triquiñuelas con la luna, orientando sus rayos a polos opuestos para hacernos rabiar al postergar el día.
Por fin el cansancio vencía al entusiasmo y caíamos en un profundo sueño.
De pronto, todo empezaba a cambiar. Rayos tenues de un brillo imperceptible, iban trasponiendo la oscuridad.
Le hubiera parecido a cualquiera un día normal: friolento aunque con cielo despejado, un hermoso lienzo azul con apenas unas pinceladas
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