José Santana Prado
Así dicen por allí, que yo, el indio, no tengo alma y que apenas merezco vivir, porque soy analfabeta, no cristiano y nacido en América morena. ¡Y qué! Si yo nací aquí no en la fanática Sefarad o en la adamada Europa. Nativo de América y con orgullo amerindio, pues soy de sangre y alma de águila que me remonto a las alturas para observar mis tierras, y regar desde las nubes la milpa. Fui hecho de maíz con chile, de fríjol y nopal mezclado con pulque pa’ tener más valor.
¿Y tú piensas que porque soy corto y taimado al hablar, soy tonto, inconsciente, vendido y cobarde, a pesar de que no tengo ropas finas, no me baño seguido y camino descalzo, no me entero que abusas de mí, sólo porque vivo lejos allá en la montaña o en la selva o escondido en el río para evitar tu roce?
Yo no nací cuando las campanas repican sino cuando el tecolote canta. Ni nací cuando te llevan con el hombre de blanco, que te forza a salir de tu madre con fierros y sopores para que no sienta dolor de parto la mujer que te parió. Y con algodones perfumados me limpien la sangre y la placenta que me dio la vida por vez primera allí dentro de la panza de mi nana.
Mírame, soy moreno de pelo largo y camino con los pies descalzos, Soy indio ¿y qué? parido en América latina, aquí en mi Mesoamérica querida, en la selva Lacandona o en el Nayar, o hijo del Yaki y del Mayo o del Tarahumara y del Huichol que me vieron aquí nacer.